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Cuentos
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Mayo 1998

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Historias de Ktrito

Por Pablo Castro

 

Luego de almorzar, Jaime estaba sentado en la hamaca del jard�n cuando un ruido a platos rotos proveniente de la cocina le hizo pegar un salto. Corri� hasta la cocina y encontr� a su hermano Diego temblando en el suelo con la punta del mantel de la mesa en su mano. Los platos y los vasos de la mesa, ahora estaban en el suelo y encima de Diego, un vaso roto le cort� la cara a la altura de la ceja derecha y la herida sangraba mucho. Tanto que se confund�a con la salsa de tomates de la pasta que ensuciaba su camisa.

Jaime lo trat� de levantar pero no pudo. Diego era obeso, pesaba como 120 Kg, y era imposible para su hermano siquiera moverlo. En la casa no hab�a nadie a quien pedir ayuda, el padre estaba trabajando y la madre hab�a muerto en un accidente de avi�n muchos a�os atr�s.

Jaime tom� el tel�fono y llam� a una ambulancia, le dijeron que llegar�a en 3 minutos. En un intento desesperado de hacer algo, apart� del cuerpo de su hermano los restos de vidrio y lo que quedaba de pasta, trat� de liberar la punta del mantel pero fue imposible, Diego la ten�a agarrada muy fuerte. Con un trapo le limpi� la sangre y la salsa del cuerpo mientras empujaba con los pies los pedazos de platos y vasos que hab�a en el suelo. Jaime estaba muy agitado, el coraz�n le lat�a con fuerza y le transpiraban las manos. Se detuvo un instante a mirar la escena para tranquilizarse y actuar con inteligencia. Mir� la pasta desparramada en el suelo y pens� que, si bien sab�a a pl�stico, no merec�a terminar as�, sobre el grasiento cuerpo de Diego.

Mientras Jaime miraba a su hermano comenz� a darse cuenta de que era la primera vez que �l ten�a el control de la situaci�n, Diego siempre lo molestaba, lo trataba mal, le gritaba y de vez en cuando lo golpeaba. Pero ahora estaba ah�, tendido en el piso, inm�vil, con los ojos cerrados y un mantel en la mano. La situaci�n casi le pareci� c�mica y por momentos crey� disfrutarla.

Hab�an pasado cerca de 5 minutos desde que sinti� el ruido y Diego permanec�a sin moverse en la cocina, Jaime sab�a que ten�a poco tiempo. Hab�a tomado clases de primeros auxilios pero pens� que era mejor esperar a los param�dicos, ellos sabr�an mejor como actuar.

De repente, son� el tel�fono. Jaime lo miraba y no sab�a qu� hacer, lo dej� sonar unas cuatro veces hasta que finalmente atendi�.

 

�Jaime?

�Pap�?

�C�mo est�n?

Jaime mir� a su hermano tendido fl�cido en el suelo, le miro la cara, vio en sus ojos los 19 a�os de tortuosa convivencia, de burlas, de malos tratos.

Y contest�.

 

Estamos bien pap�, Diego sali�.

�C�mo que sali�, no comieron la pasta que les dej� preparada?

Si, la comimos, estaba deliciosa.

Bueno Jaimito, quer�a saber si hab�an comido, llego a eso de las 11, no se queden despiertos hasta tarde.

No, pap�, no te preocupes.

Jaime dej� el tel�fono en su lugar, y se volvi� hacia su hermano. En realidad, no le molestaba tanto la idea de que Diego muriera, despu�s de todo, ya no estar�a ah� para fastidiarle la vida.

 

Jaime subi� las escaleras hasta su cuarto para buscar los cigarrillos, encendi� uno con el encendedor de Diego, dio una larga pitada y se guard� el encendedor en el bolsillo.

Baj� a la cocina, tom� de la heladera la botella de jugo que Diego nunca le dejaba beber y se la termin� de un solo trago, camin� por sobre el cuerpo de su hermano y sali� por la puerta de la cocina hacia el jard�n.

Recostado en la hamaca termin� su cigarro y luego de bostezar con ganas, se dispuso a dormir la siesta.

Minutos despu�s de que se qued� dormido, lleg� la ambulancia.

Encontraron a Diego tendido en el suelo, lleno de sangre y salsa de tomates, estaba todo magullado como si lo hubieran molido a patadas.

Ya no ten�a en su mano el mantel de la mesa.

 

Ktrito.

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